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Canicosa, al igual que otras Villas y Ciudades, cuenta también con sus propias leyendas. Estas vienen a relatarnos por tradición oral, de boca a boca, de padres a hijos, durante siglos a veces, aspectos poco creíbles de lugares, héroes y dioses. Sin embargo, a diferencia de las mentiras, las leyendas nos cogen predispuestos, las más de las veces, a aceptar a cierra ojos, sus fantasías. Con ello no se hace mal a nadie y, por el contrario, el espíritu se siente alimentado, una y otra vez, de los sueños más hermosos.
Situada en lo alto del pueblo, atenta siempre en su atalaya de piedra, se halla enclavada la ermita de Nuestra Señora del Carrascal. En el apogeo de nuestras Fiestas Patronales la tradición nos arrastra a degustar el queso y el vino bajo el cobijo fresco de su sombra y la de las encinas que, acá y allá, salpican el paisaje. Esta ermita, respetada y querida por todos, alberga en su interior a la Patrona de nuestro pueblo, Nuestra Señora del Carrascal.
Tal vez convenga recordar, aquí y ahora, para los más jóvenes, que la ermita del Carrascal tiene su origen en una leyenda o, si se quiere, para quienes conservan viva su fe, en uno de esos milagros que antaño, quien sabe por que extraña razón, se producían con mucha más frecuencia que en la actualidad.
Pero digámoslo de una vez: la leyenda o el milagro relatan que, en tiempos de difícil memoria, un pastor cualquiera de estos pagos advirtió, no sin notable sobresalto, el volumen desmesurado que iba tomando el ganado que transitaba por el Carrascal. Asimismo, con extrañeza e interés crecientes, el mismo pastor pudo percatarse de como las vacas que pastaban en aquel paraje, aumentaban de modo felizmente alarmante, su diaria producción de leche.
No mucho tiempo después sobrevino la leyenda, o el milagro, como explicación de los portentos observados en los animales. Una imagen de la Virgen inesperadamente, apareció sepultada en los aledaños del Carrascal.
Hoy el pueblo la honra como patrona. y ha de parecernos bien a todos que una Virgen, a quien el pueblo erigió una ermita, siga siendo quien vele por los hijos y nietos de quienes, hace ya tanto tiempo, vieron en ella un símbolo de fecundidad y de abundancia.
Rodolfo Pascual Pascual
Agosto 1993
Canicosa de la Sierra
Sí, nada más que la abuela,
la abuela entre las gallinas,
y el nieto subido a un árbol.
Sí, nada más.
No, por invierno las nieves,
los corzos y los venados,
y la fogata en el monte
para que el lobo del viento
no devore los ganados.
De Canicosa de la Sierra
a Santo Domingo de Silos
No quiero pasar de noche
sin luna, el desfiladero.
No quiero.
Que no lo quiero pasar,
porque no veo lo hondo,
lo hondo que va al pinar.