JESÚS CÁMARA OLALLA
La llanura fluvial de de la cuenca alta del Arlanza, hace 120 millones de años, en el periodo Cretácico Inferior de la Era Secundaria estaba surcada, posiblemente, por varios ríos que confluían, a través de un gran delta, en un cercano mar Cretácico. El clima húmedo y cálido favoreció el desarrollo de un bosque que era una espesa selva de laureles, magnolios, grandes coníferas, gigantescos helechos… Por aquella época coexistían con los dinosaurios carnívoros e herbívoros. De éstos quedan fósiles e icnitas por la comarca.
Posiblemente un huracán con lluvia y viento, desatado por una tremenda tormenta tropical, derribara miles de ejemplares. Sus troncos quedarían cubiertos por una gran capa de lodo y sedimentos arrastrados por la corriente de un río. Aquí comienza la fosilización o petrificación de los árboles fósiles. El agua se mueve entre los depósitos arenosos, que cubren los troncos enterrados y con ausencia de oxígeno, evita la pudrición. Las sales silíceas disueltas en el agua, favorecidas por una gran presión, se infiltraría en las células de la madera impregnando los tejidos vegetales. Estos son sustituidos, a lo largo de mucho tiempo, por las sustancias minerales que generan un duplicado en piedra de los caracteres anatómicos del tronco. Esto posibilitará su estudio a los investigadores actuales que con cortes de ellos de 16 micras de grosor pueden estudiar los tejidos al microscopio electrónico.
Sucesivos fenómenos geológicos y, sobre todo, la erosión hace que afloren a la superficie algunos de ellos. En el pueblo de Hacinas se pueden contemplar en el casco urbano cuatro árboles fósiles. Recientemente los doctores y catedráticos Luis García Esteban y Paloma de Palacios de Palacios de la Universidad Politécnica de Madrid publicaron su investigación. En ella los identifican como coníferas de la familia de la podocarpáceas (Protopodacarpoxylon hacieniensis) a unos y otros con las araucarias (Agathoxylon sp.). Especies parecidas, podocarpo y agathis, subsisten hoy en Australia, Sudamérica y África del Sur.
También han aparecido en Castrillo de la Reina (uno transportado al museo de la calle Miranda de Burgos y otro al museo de Ciencias Naturales de Madrid), Salas de los Infantes, Cabezón de la Sierra, Contreras… En Palacios de la Sierra hay colocados dos trozos de un metro a la puerta de sendas viviendas. En Quintanar de la Sierra se hallaron trozos de unos veinte centímetros en el entorno de la Virgen de la Guía…En Regumiel de la Sierra en este mes de mayo una máquina excavadora descubrió un árbol fósil en un desmonte para hacer una explanación.
En Canicosa no se tiene conocimiento de ningún hallazgo de este tipo pero pueden estar en el subsuelo. Sí quedan de ellos las improntas, los moldes.
El molde lo constituye el hueco dejado por el árbol fosilizado. Se produce cuando las partes de un árbol, como los troncos son cubiertos, por un sedimento que se adapta por completo al exterior del tronco. Estos sedimentos se compactarán con el paso del tiempo en torno a él y formarán la roca. Posteriormente, el árbol desaparece por putrefacción u otra circunstancia dejando en el interior el hueco, el molde.
Algo parecido es lo que sucedió con los seres vivos que fueron sepultados por las cenizas del volcán Vesubio en la ciudad de Pompeya en el año 79 d. C. Los arqueólogos han podido modelar en yeso, dentro de los montones de ceniza, las cavidades de los cuerpos de algunos habitantes y reconstruir así la actitud que adoptaban en sus últimos instantes de vida.
Algunas características de los moldes son:
El desarrollo longitudinal de forma tronco-cónica coincidente con la forma de las ramas o tronco de los árboles.
La forma elipsoide de la boca de casi todos ellos lo cual nos indicaría que en su formación la presión de los materiales sedimentarios que soportaban encima deformó el árbol yaciente de su interior.
Se forman en rocas areniscas. No es el agua quien produce los huecos, como las cuevas de las rocas calizas, porque aquéllas no se disuelven en el agua.
La mayoría de ellos tienen un color rojizo, debido a los suelos ferrosos con que se cubrieron.
Algunos moldes pueden tener el diámetro de un dedo. El de la Cueva de los Moros de Hacinas alcanza ocho metros de longitud y ochenta cm. de diámetro.
En Canicosa se tienen pequeños moldes en las peñas de Camporredondo, Cabeza Seca, Fuente del Moral, Cañada de los Ramos, Peña Grande… pero los más significativos, quizás, estén en La Cuesta en unas rocas cercanas al Pino-Roble.
El que se ubica en el peñasco sobre el que crece un pino, casi milagrosamente, se sitúa a ochenta cm. del suelo y tiene la forma de un arco de 16 cm. de cuerda. Su costra aparece con estrías que son las huellas dejadas por la corteza del árbol en la fosilización. El molde primitivo se volvió a rellenar de nuevos materiales que también se compactaron. Se puede adivinar el grosor del árbol que lo causó siguiendo los bordes del arco.
En la pared rocosa que se levanta al sur de este primero aparece otro a un metro del suelo con interior liso. Su profundidad es de más de un metro y los diámetros mayor y menor de la boca miden 15 cm. y 6 cm. respectivamente.
En Vilviestre del Pinar se tienen moldes en el Lomo, Covachón y Valdematanzas. La Peña del Agujero, al pie de la carretera, es el más significativo de Regumiel de la Sierra.